30 diciembre 2009

todavía no pierdas el equilibrio, que nuestra historia no ha hecho más que comenzar. Y no será fácil. No será como uno de esos cuentos felizmente predecibles, adornados con un final innecesariamente endulzado: porque si llega el final ¿qué más da si es amargo o azucarado? Y, además, sabes bien que pretendo alimentarme para siempre con tus besos de príncipe en blanco y negro, nunca me han gustado las perdices.
Recuerda no bostezar las sonrisas, serán necesarias para el café de la mañana. Prometo enviarte un mensaje de buenos días cuando esté oscureciendo, y esperarte con una o mil caricias de buenas noches a los pies de la cama. Deja las prisas aparcadas en la puerta de la entrada y envuélvete en la mitad que quieras de la manta. No pasaremos frío, y las tormentas mojaran los ventanales pero no nuestras caras. No olvides deleitarte con cada uno de nuestros segundos, que somos fugaces; que somos reales más allá de estas palabras.

14 diciembre 2009

Te escribiré palabras que no alcazan para describir mi esencia requebrada.
Te escribiré aquello que no sientes, aquello que todavía callas.
Te escribiré sobre tu mirada enardecida vagabundeando en mis ojos palpitantes, de tu pulso tamborileando en mis muñecas y en mis sienes titilantes.
Te escribiré sobre tu boca caprichosa antojándose de mis labios fervientes y tus manos cosquilleando como arañitas locas mi silueta incandescente.

Pero dejaré de escribir después de cada letra, para besarte. Las palabras me sobran si no puedo perderme en el laberinto que inventaste al encontrarme.

09 diciembre 2009

Dormía;
y fue en ese punto inexacto del tiempo y el espacio en el que mi órden sistemático y mis metódicas manías dejaron de cobrar sentido. Fue entonces cuando las palabras se me fundieron en los labios sin ser pronunciadas y olvidé (incluso) cómo rellenar el silencio con un mísero suspiro. Me perdí sin querer en el embrollo de la maraña del laberinto de la espiral del bucle del caracol de la telaraña del enredo de su piel, y aprendí cómo volar tocando el suelo siendo víctima del desliz perfecto.
Pero tuve que descender del onírico invento;
no sin antes llenar un frasquito de miel con ese instante (in)terminable, para cuando el reloj le dijera "hasta algún día", para cuando tuviera antojo de sus caricias.
Y caminé con impaciencia-paciente tres pestañeos lejos de mi cama, sabiendo que ella estaría esperándome en ese punto exacto del tiempo y el espacio con la intención de recordarme que somos (dulcemente) reales. Irónicamente ideales.


06 diciembre 2009

un borbotón de palabras enredadas se atropellan entre ellas casi desesperadas con ansias de ser por fin liberadas. Se trituran unas con otras en la no búsqueda de la razón; garabateando sentimientos caducados, masticados por el tiempo y tragados en ningunas manos. Letras que laten sin ritmo, ritmos que están mal logrados y logros que son mal pagados. Una espiral sin curvas como un fatalista sonriente, como un fuego congelado tornándose lascivo hielo ardiente. Frases sinónimas a tic-tacs desencajados que relegan los minutos y olvidan los segundos pasados. Un botón desabrochado que se pierde como aguja en el pajar en un juego impetuoso de dos cuerpos a medio desnudar. Quieren hablarte, de corazón a corazón. Porque esas palabras nacen de la estupidez humana que piensa en su regreso cuando aún no ha salido del caparazón.
- hierven en los labios las frases (todavía) nunca dichas -.
Amor de lata. Amor florero. De esos que te mojan las ganas porque saben que nunca podrán empaparte el corazón. Y es entonces cuando te das cuenta de que estuviste escribiendo historias con las ascuas de un cenicero; cuando descubres que en cada esquina hay un destino, una vida capaz de exprimirte los pulmones a cambio de un suspiro. Son prostitutas de latidos.
Y me recuerdo que no salí esta mañana a la calle con la convicción de cambiar el mundo, no sin antes conseguir girar el mío; no sin antes convertirme en instantes por fin no efímeros. Tengo la excusa perfecta para no poner fecha de caducidad a este noviembre infinito.